Las estadísticas no fallan. Las dos últimas temporadas el ganador del primer torneo de nuestro Orden de Mérito celebrado en el Centro Nacional de Golf (CNG) fue el único que bajó hándicap, como ha ocurrido también en la actual.
¿Qué enseñanzas debemos sacar? Que se nos atraganta el campo, que al ser el primer torneo estamos fríos, que nos dan pocos puntos. Quizá todo un poco...
Este año, además, había que añadir la dificultad extra de unos greenes duros (en el hoyo 2 las bolas saltaban como ranas) y endiabladamente rápidos, que hubieran hecho las
delicias de los organizadores del Master de Augusta.
¡Pero, basta de excusas! Todos sabemos que este juego no es fácil y los que lo hicieron bien tienen un mérito doble, ya que tuvieron que conjugar algo que muchos ni siquiera saben que existe: sentido y sensibilidad.
Empecemos por el sentido. Había que no perderlo y no era fácil. La poca vegetación que han mantenido los cuidadores del recorrido y un rought recortado daban la falsa sensación de que estar en calle o fuera de ella daba igual. Nada más lejos de la realidad.
Perder la calle te añadía en cada hoyo un golpe más, casi seguro, ya que su superficie tiene las imperfecciones justas y necesarias para provocar una gran incomodidad al golfista. Era necesario tener todos nuestros sentidos alerta y no bajar la guardia ante la aparente sencillez del campo.
Pero aún quedaba lo más complicado: los greenes. Rápidos, pero muy nobles, se convirtieron en una auténtica pesadilla para los malos pateadores y una delicia para los que tienen una especial comunión con este tipo de superficie cristalina .
Tirar un putt cuesta abajo era casi de neurocirujano y dejar la bola cerca del hoyo exigía unas manos de gran sensibilidad tanto a la hora de enjuiciar la fuerza como la línea.
En definitiva, sentido en las calles y sensibilidad en los greenes. Los ganadores lograron combinarlas en un cóctel que muy pocas veces sale bien. ¡Enhorabuena!